Oraciones para montar la bóveda espiritual o cambiar el agua
Oraciones para montar la bóveda espiritual o cambiar
el agua
Cuando
se monta una bóveda espiritual o cuando se le cambia el agua se pueden rezar diferentes
oraciones pero estas son muy recomendables: evocación a los espíritus buenos.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Después
se lee la plegaria del Náufrago (también se puede cantar). Después se lee la
Contemplación y las oraciones de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad.
Entre
las oraciones y las lecturas se pueden cantar algunas canciones espiritistas
aunque la mas aconsejable es “Venid Protectores”. Para terminar se reza: la oración después de la Muerte.
Con
esta secuencia de oraciones y lecturas, se da por terminada la apertura de la
bóveda o el cambio de agua. Estas oraciones no son exclusivas del montaje de la
bóveda o del cambio del agua y se pueden emplear en cualquier reunión
espiritista.
Evocación a los Espíritus Buenos
Alabados
seáis, Espíritus puros del Señor. Yo, humilde y atrasada criatura, elevo a
vosotros mi pensamiento y mi corazón, para rogaros que me guiéis por el camino
de la verdad y me iluminéis siempre en los divinos preceptos, para no faltar a
ellos y hacerme digno de alcanzar pronto la bienaventuranza. Amén.
Evocación a los Espíritus Buenos
Alabados
seáis, Espíritus puros del Señor. Yo, humilde y atrasada criatura, elevo a vosotros
mi pensamiento y mi corazón, para rogaros que me guiéis por el camino de la
verdad y me iluminéis siempre en los divinos preceptos, para no faltar a ellos
y hacerme digno de alcanzar pronto la bienaventuranza. Amén.
Plegaria del Náufrago
Torna
tu vista, Dios mío, hacia esta infeliz criatura, no me des mi sepultura entre
las olas del mar. Dame la fuerza y valor para salvar el abismo, dame gracia,
por lo mismo que es tan grande tu bondad. Si yo, cual frágil barquilla, por mi
soberbia halagado, el mar humano he cruzado tan solo tras el placer; Déjame,
Señor, que vuelva a pisar el continente, haciendo voto ferviente de ser
cristiano con fe. Si yo con mi torpe falta me he mecido entre la bruma
desafiando la espuma que levanta el temporal. Te ofrezco que en adelante no
tendré el atrevimiento de sordo ser al lamento de aquel que sufre en el mal. Y
siguiendo mi rumbo, he tenido hasta el descaro de burlarme de aquel farque
puerto me designó; Yo te prometo, Dios mío, no burlarme de esa luz que brilla sobre
la cruz por el hijo de tu amor. iOh! Tú, padre
de
mi alma que escuchas al afligido, y me
ves arrepentido de lo que mi vida fue; Sálvame, Dios mío, sálvame, y dame, antes que de cuenta, para
que yo me arrepienta, el tiempo preciso: Amén.
Contemplación
Dios
omnipotente, voluntad sublime y viviente que no hay palabras para expresarla
que ninguna idea puede abrazar; podemos, sin embargo, elevar nuestro corazón
hacia Ti porque a Ti estamos unidos. Tu voz se hace oír dentro de nosotros; en
Ti lo incomprensible, nuestra propia naturaleza y el mundo entero nos son
inteligibles; cada enigma de nuestra existencia está resuelto y en nuestra alma
reina una perfecta armonía. Tú creaste en nosotros la conciencia de nuestro
deber y la de nuestro destino en la serie de los seres razonables. ¿Cómo? Lo
ignoramos. ¿Pero acaso tenemos necesidad de saberlo? Lo que sabemos es que Tú
conoces nuestros pensamientos y aceptas nuestras buenas intenciones, y la
contemplación de tus relaciones con nuestra naturaleza finita, basta para
tranquilizamos y hacemos felices. En cuanto a nosotros mismos, no sabemos bien
lo que debemos hacer; por lo tanto, obraremos simplemente con serenidad y sin
astucia, porque tu voz es la que ordena y la fuerza con que cumplimos nuestros
deberes es la tuya propia. No tememos los acontecimientos de este mundo, porque
este mundo es el tuyo y estos acontecimientos forman parte de tus designios; lo
que dentro de estos designios es positiva- mente el bien o sólo un medio de
evitar el mal, lo ignoramos; pero sabemos que todo en el universo concluirá
bien y en esta fe estamos seguros. ¿Qué
importa que no conozcamos lo que es germen, flor o fruto perfecto? Lo que nos
importa es el progreso de la razón y de la moralidad entre los seres
razonables. ¡Ah! Cuando nuestro corazón se cierre a todo deseo terrestre ¡cuán
grande nos parecerá el Universo bajo su aspecto glorioso! Las masas inertes y
embarazosas que sólo sirven para llenar el espacio, se desvanecen, y en su
lugar, un eterno oleaje de vida, de fuerza y de acción, brota del grande
manantial de la vida primordial, que es tu vida, Señor, que eres unidad eterna.
La fe
Soy
la hermana mayor de la Esperanza y de la Caridad, me llamo la Fe. Soy grande y
fuerte; el que me posee no teme ni al hierro ni al fuego; es aprueba de todos
los sufrimientos físicos y morales. Resplandezco sobre vosotros como una
antorcha, cuyos chispeantes rayos se reflejan en el fondo de vuestros
corazones, y os comunico la fuerza y la vida. Entre vosotros se dice que yo
levanto las montañas, y yo os digo: Vengo a conmover al mundo, porque el
Espiritismo es el germen que debe ayudarme. Uníos, pues, a mí, yo os convido:
soy la Fe. ¡Soy la Fe! hábito con la Esperanza, la Caridad y el Amor, en el
mundo de los Espíritus puros. A menudo he bajado de las regiones aéreas y he
venido sobre la tierra a regeneraros, dándoos la vida del espíritu; pero a
excepción de los mártires de los primeros tiempos del Cristianismo y algunos
fervientes sacrificios hechos de tarde en tarde para el progreso de la ciencia,
de las letras, de la industria y de la libertad, sólo he encontrado entre los
hombres indiferencia y frialdad, y he vuelto a remontar tristemente mi vuelo
hacia el cielo; me creíais entre vosotros, pero os engañabais, porque la Fe sin
las obras, no es la Fe; la verdadera Fe es la vida y la acción.
Antes
de la revelación del Espiritismo, la vida era estéril; era un árbol seco por
las refulgentes chispas del rayo que nada producía. Se me reconoce por mis
actos; ilumino las inteligencias, caliento y reanimo los corazones en mi
regazo; alejo de vosotros las influencias engañosas y os conduzco a Dios por la
perfección del Espíritu y del corazón. Venid y agrupaos bajo mi estandarte; soy
poderosa y fuerte: soy la Fe. Soy la Fe, y mi reinado empieza entre los
hombres, reinado pacífico que les hará felices para el tiempo presente y para
la eternidad. La aurora para mi advenimiento entre vosotros es pura, serena; su
sol será resplandeciente, y su ocaso vendrá a mecer dulcemente a la humanidad
en los brazos de eterna
felicidad.
¡Espiritismo! Derrama sobre los hombres tu bautismo regenerador; yo les hago un
llamamiento supremo: yo soy la Fe.
La Esperanza
Me
llamo la Esperanza; os sonrío cuando entráis en la vida, en ella os sigo paso a
paso y solo os dejo cuando llegáis a los mundos en que se realizan, para
vosotros, las promesas de felicidad que sin cesar oís. Soy vuestra fiel amiga;
no rechacéis mis inspiraciones: soy la Esperanza. Yo soy la que canto por el
camino con la voz del ruiseñor, y la que en el eco de los bosques exhalo esas
notas lastimeras y harmoniosas que os hacen entrever los cielos; yo soy la que
inspiro a la golondrina el deseo de anidar sus amores al abrigo de vuestros
techos; juego con la ligera brisa que acaricia vuestros cabellos; derramo a
vuestros pies los perfumes suaves de las flores de vuestros jardines, y casi
nunca ocupáis vuestro pensamiento con esta amiga que tan sincera os es. No la
rechacéis; es la Esperanza. Tomo todas las formas para acercarme a vosotros:
soy la estrella que brilla en el azul del cielo, el caliente rayo del sol que
os vivifica; yo os entretengo por las noches con sueños festivos; alejo de
vosotros el negro cuidado y los pensamientos sombríos; guío vuestros pasos por
el sendero de la virtud; os acompaño en vuestras visitas a los pobres, a los
afligidos, a los moribundos, y os inspiro las palabras afectuosas que les
consuelan. No me rechacéis; yo soy la Esperanza. ¡Soy la Esperanza! Yo soy la
que en el invierno hago crecer en la corteza de las encinas el musgo espeso en
donde los pajarillos construyen su nido; soy la que en la primavera corona el
manzano y el almendro de blancas y rosadas flores, y las esparzo sobre la
tierra como alfombra celeste que hace aspirar a los mundos felices. Sobre todo,
yo estoy con .vosotros cuando estáis pobres y enfermos, mi voz suena sin cesar
en vuestros oídos, no me rechacéis; yo soy la Esperanza. No me rechacéis,
porque el Ángel del Desespero me hace una guerra encarnizada y agota sus
esfuerzos para tomar mi puesto al lado de vosotros; no siempre soy la más
fuerte y, cuando consigue que me aleje, os rodea con sus fúnebres alas, desvía
vuestros pensamientos de Dios y os conduce al suicidio; uníos a mí para alejar
su funesta influencia y dejaos mecer dulcemente en mis brazos, porque yo soy la
Esperanza.
La Caridad
Soy
la Caridad; sí, la verdadera Caridad; en nada me parezco a la caridad que
vosotros practicáis. La que ha usurpado mi nombre entre vosotros, es
fantástica, caprichosa, exclusiva, orgullosa, y vengo a precaveros contra los
defectos que empañan, a los ojos de Dios, el mérito y el resplandor de sus
buenas acciones. Sed dóciles a las lecciones que el Espíritu de la verdad os da
por mi voz; seguidme los que me sois fieles: yo soy la Caridad. Seguidme; yo conozco
todos los infortunios, todos los dolores, todos los sufrimientos, todas las
aflicciones que asedian a la humanidad. Soy la madre de los huérfanos, la hija
de los ancianos, la protectora y el sostén de las viudas; curo las llagas
infectadas; cuido todas las enfermedades; doy vestido, pan y abrigo a los que
no lo tienen; subo hasta las más miserables buhardillas; voy a la humilde
pocilga; llamo a la puerta de los ricos y de los poderosos, porque, por donde
quiera que viva una criatura humana, hay bajo el velo de la felicidad, amargos
y punzantes dolores. ¡Oh! ¡Cuán grande es mi tarea! no basto a llenarla sino
venís en mi ayuda; venid a mí; yo soy la Caridad. No guardo preferencia a
nadie; jamás digo a los que me necesitan. Tengo mis pobres; dirigíos a otra
parte. ¡Oh falsa caridad, qué daño haces! Amigos, nos debemos a todos; creedme,
no rehuséis vuestra asistencia a nadie, socorred a los unos ya los otros con
bastante desinterés para no exigir ningún reconocimiento de parte de los que
habréis socorrido; la paz del corazón y de la conciencia es la dulce recompensa
de mis obras: yo soy la verdadera Caridad. Nadie en la tierra conoce el número
y la naturaleza del bien que yo hago; sólo la falsa caridad hiere y humilla al
que consuela. Guardaos de este
funeste
extravío: las acciones de esta clase no tienen ningún mérito delante de Dios, y
llaman sobre vosotros su cólera. Sólo El debe conocer los generosos rasgos de
vuestros corazones cuando os hacéis los tributarios de sus beneficios.
Guardaos, pues, amigos, de dar publicidad a la práctica de la asistencia mutua,
no le deis tampoco el nombre de la limosna; creedme, yo soy la Caridad. Tengo
que consolar a tantos desgraciados, que muy a menudo se me quedan los pechos y
las manos vacías; vengo a deciros que espero de vosotros. El Espiritismo tiene
por divisa: «Amor y Caridad», y todos los verdaderos espiritistas querrán
conformarse a este sublime precepto, predicado por Cristo hace ya dieciocho
siglos. Seguidme, pues, hermanos; yo os conduciré al reino de Dios nuestro Padre: yo soy la Caridad.
Oración después de la Muerte
Dios
mío, Tú que eres grande, Tú que eres el todo, deja caer sobre mí, pequeño,
sobre mí que no existo sino porque Tú lo has querido, un rayo de tu luz. Haz
que penetrado de tu amor, encuentre el bien fácil, el mal odioso; que animado
por el deseo de agradarte, mi espíritu venza los obstáculos que se oponen al
triunfo de la verdad sobre el error, de la fraternidad sobre el egoísmo; haz
que en cada compañero de pruebas vea un hermano, como Tú ves un hijo en cada
uno de los seres que emanan de Ti y deben volver a Ti. concédeme el amor al
trabajo, que es el deber de todos en la tierra, y con el auxilio de la antorcha
que has puesto a mi alcance, hazme ver las imperfecciones que retardan mi
adelantamiento en esta vida y en la otra.
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